Lorena Mulet_ Marco Ranieri

Contra la aridez del mundo_2018

La erosión se define normalmente como el arranque y transporte de materiales de un suelo. Los agentes erosivos pueden ser varios: agua, viento, hielo, cambios térmicos… a lo largo de miles de años la erosión ha ayudado a perfilar la orografía de los lugares que habitamos. Sin embargo, desde el Antropoceno, sus efectos se han visto agravados a causa de las actividades humanas. Tanto es así que según las últimas estadísticas, el 42% del territorio español, 21millones de hectáreas, está sometido a procesos de erosión graves, lo que significa pérdidas de suelo de 12 toneladas por hectárea y año. Sabemos que el fenómeno de la erosión ocurre cuando no hay protección en la superficie del terreno y agentes como la lluvia, el viento o el paso de vehículos arrastran su cubierta superior. Esta pérdida de material conlleva una pérdida de nutrientes y disminuye la fertilidad del suelo, dificultando así la vida en el mismo. Esta desprotección de la superficie se debe principalmente a la desforestación. Debido al incremento de los incendios, la urbanización desproporcionada y la agricultura intensiva, la erosión del suelo se ha acelerado drásticamente. La presencia de vegetación protege el terreno proporcionado unos servicios ecosistémicos imprescindibles. A través de sus raíces, las plantas son las principales fijadoras del suelo: sus ramificaciones constituyen una estructura protectora en forma de malla que retiene el terreno evitando que se desprenda. Además de retener la tierra que habitan, también son capaces de captar nuevas partículas, transportadas por el agua o el viento, incorporándolas al terreno en forma de abono. A través del proyecto “contra la aridez del mundo”, pretendemos reparar aquellos daños que la erosión acelerada provocó en el territorio y en el cuerpo, definir las relaciones que establecemos en nuestro habitar.